Los afectados fuimos todos, o quizás el conflicto nos
involucraba a todos. Una suba de impuestos hizo estallar un sector de la
sociedad, el país entero se vio movilizado, las medidas afectaron el movimiento
de cada uno de los argentinos, y algunos nos preguntábamos ¿quién era el
culpable?
Uno de los fundamentos que justificaba el aumento de las
retenciones, era obtener una mayor recaudación, frenar la inflación y continuar
con la misma línea para la que el gobierno venía trabajando, lograr una
sociedad más equitativa.
Pero fueron muchas las voces y los golpes que vivió la
sociedad también. Pequeños, medianos y grandes productores tenían su cuota de
razón para defender lo suyo, su campo, sus tierras, su razón de ser. El trabajo
de sus antecesores, de ellos y de las generaciones venideras, no permitieron la
medida.
¿Y el resto? ¿Quiénes somos el resto? Ante estas preguntas
algunas respuestas eran: “el país vive del campo”, “el campo somos todos”, “hay
que redistribuir las riquezas”, “una sociedad más justa”, entre otras. Todos
nos vimos afectados por la medida, pero no a todos se nos escucha cuando
reclamamos.
El campo es un sector de poder, hace crecer al país, es la
base de nuestra economía, pero al campo no sólo lo trabaja su dueño. Existen
los empleados, ellos cargan con mucho más que 8 horas diarias de jornada
laboral, y el día domingo, no siempre es día de descanso. Es su trabajo, y por
él cobran un sueldo.
¿Sueldo?, Sí sueldo en fin. Pero ni el gobierno ni los dueños
de las tierras se acuerdan de fijarse si es suficiente como para que pueda
vivir una familia “tipo” cubriendo todas sus necesidades, el INDEC seguro dice
que sí. Pero la realidad dice que no, y
a eso no hace falta explicarlo.
Y si en el medio del conflicto preguntábamos ¿alguien se acuerda
de lo que gana el empleado rural? La respuesta era: “lo que gane, también vive
del campo,” pero nadie preguntaba si lo que ganaba por su trabajo le alcanzaba
para vivir.
Estilo texto de origen: El terremoto
de Charleston – José Martí
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